Capítulo 184
Después de que ambos se conocieran, el ambiente se torno bastante amigable.
En el rostro de Lázaro se pudo ver, por fin, una sonrisa amable, algo raro en él, que solía tener siempre una cara de pocos amigos, como si todo el mundo le debiera algo.
Ahora, sintiendo el amor verdadero de su madre, las nubes oscuras en su corazón empezaban a disiparse poco a poco.
Cuando entraron, Lázaro y Simón estaban hablando de algo que logró sacarle una carcajada a Lázaro.
Soraya entró saludando con voz alta.
Al llamar “tia” s Gabriela, la dejó bastante sorprendida.
¿Cómo podía llamarla así tan libremente?
Aunque sí era la madre biológica de Lázaro.
Pero llamarla de esa manera podía dar lugar a malentendidos, ¿qué pasa si alguien se confunde?
Valentín no le dio importancia y saludó alegremente a Fernando y su esposa.
“Cuñados, por favor, sientense. Gracias por tomar la molestia de venir.”
Fernando respondió con una sonrisa, “Es lo menos que podemos hacer.
La mamá de Yaya ya no está con nosotros, así que, como sus suegros, somos también sus padres. Es natural venir a visitar.”
Valentin tomó los obsequios que traía Diana en sus manos, diciendo cortésmente.
“Ya con haber venido era suficiente, no había necesidad de traer tantas cosas.”
Cuando Diana vio a Gabriela, al principio solo le pareció familiar.
Después de observarla detenidamente, exclamó sorprendida.
“¡Colita!”
Al escuchar ese apodo tan antiguo pero familiar, Gabriela se quedó atónita.
“¿Tú eres…?”
“¿Cómo sabes mi apodo?”
Hacía más de treinta años que no escuchaba ese apodo.
Pero mirando esa cara impresionante de Diana, empezó a sentirse confundida.
Busco en su memoria, tratando de recordar, pero no lograba asociarla con nadie.
Diana, emocionada, dijo, “¡Ay, pero si eres tú!
¡Éramos compañeras de secundaria!
Yo soy Diana.
La chica que se transfirió en segundo año.
Una vez, unos chicos te hicieron una broma y pegaron una media negra en tus pantalones.
Caminaste por
toda la escuela sin darte cuenta, y todos te pusieron ese apodo.
Al final fui yo quien te lo quitó.
¿Te acuerdas?
Era la estudiante nueva.
Diana.
Estuvimos en la misma clase durante dos años.
Tú siempre fuiste la mejor de la clase, pero después de los exámenes finales nunca te volví a ver.
Con tus calificaciones, podrías haber entrado en cualquier universidad de renombre.
Pero después, en las reuniones de la clase, todos decían que desapareciste del mundo.
No esperaba que pasaran tantas cosas en tu familia…
Pero tu cara no ha cambiado mucho, en cuanto entré y te vi, supe que te conocía.
Ah, jaja, en cuanto te miré bien, era evidente que eras tú.“,
Gabriela no podía creer que después de tantos años, todavía hubiera alguien que la recordara.
Cuando recibió la carta de admisión de la universidad y se enteró de que sus padres estaban gravemente enfermos, poco a poco se fue alejando de aquellos conocidos. Encontrarse con una vieja compañera, y que además la recordara, llenó a Gabriela de nostalgia. Sonriendo, míró a Diana, “Ahora que lo mencionas, también te recuerdo.
Pero has cambiado mucho desde la secundaria.
Ni siquiera te reconocí hace un momento.
En aquel entonces, tenías el cabello corto.
Al principio, hasta pensé que eras un chico.”
Diana, algo avergonzada, se tocó el cabello, “No había de otra.
Mi cara era demasiado llamativa.
Mi mamá temía que me enamorara siendo muy joven.
08:07
Capitulo 184
Decia que mi cara era un problema y no me dejaba tener el cabello largo
Fernando nunca supo que su esposa había tenido el pelo corto durante la escuela,
Le preguntó con una sonrisa, “¿Cómo es que nunca me lo mencionaste en todos estos años?”
Diana le lanzó una mirada, “Esa época con el pelo corto me disgustaba mucho.
Sentia que afectaba completamente mi apariencia.
Una historia oscura.
Si mi mamá no me hubiera obligado, jamás me lo habría cortado.
Las chicas se ven mejor con el cabello largo, pero mi mamá insistia en ”
Mis fotos de esa época están guardadas bajo llave en el cajón de mi madre.
lo tuviera corto.
Si quieres vertas, la próxima vez que vayamos a casa de mis padres, buscaré a ver si aún las tiene.” Fernando miró su hermoso rostro, que incluso acercándose a los cincuenta, seguía siendo deslumbrante.
“Pues, parece que tengo que agradecerle a mi suegra.”