Capítulo 115
¿Era realmente tan difícil aceptar lo que había pasado entre ellos? Él se volteó y con voz grave dijo: “Si estás dispuesta, me haré responsable. Si no puedes aceptarlo, hablaré con la familla Fuentes para disolver el compromiso, y te dejaré libre“, siempre había sabido que ella quería anular el compromiso. Si no fuera porque Raúl se negaba, ya habrían terminado hacial tiempo.
Esperó unos segundos, pero Nayra, entre pequeños sollozos, no respondió; él pensó que ella había aceptado. Respiró hondo, apretando la mano que sostenía la espátula, y decepcionado, se dirigió hacia la puerta; sabía que, después de lo de la noche anterior, ni siquiera podrían seguir siendo amigos.
Sumida en su alivio, Nayra volvió en sí y al verlo alejarse con tristeza, sintió un pinchazo en el corazón. Sin importarle estar desnuda, se levantó de un salto y lo alcanzó, abrazándolo por la cintura desde atrás, luego le dijo: “¿Así que después de comer, piensas huir y dejarme?“.
Demetrio, sorprendido por el abrazo, bajó la vista hacia las manos que lo rodeaban y trató de contener su emoción. Con voz ronca le preguntó: “Nayra, sabes lo que estás haciendo?“, su voz temblaba ligeramente.
Esas emociones contenidas hicieron que ella se sintiera avergonzada e indigna; se
reprochaba cómo había podido enamorarse de ese desgraciado. Frotó su cabeza contra su espalda: “¿No he sido lo suficientemente clara?“.
Demetrio volvió a preguntarle: “¿No te arrepientes?“.
Ella se sonrojó: “¿Crees que este es el momento adecuado para tener esta conversación?“.
Él de inmediato tiró la espátula, se giró
colocó suavemente sobre la cams y la levantó en brazos hacia la cama grande. La
y la cubrió con la sábana. Luego, mirando su rostro sonrojado, tragó saliva; se sentó al borde de la cama y le apartó el cabello de la cara: “Pensé que estarías enfadada“.
“No lo estoy, Estoy agradecida de que fueras tú anoche“, ella recordaba vagamente haber bebido hasta
perder el sentido, lo único que recordaba era que su cuñada dijo que había algo malo con las bebidas.
Nayra mordió su labio: “¿Eso no te molesta?“.
“¿Molestar? ¿Qué cosa?“, le preguntó él.
Nayra evitó su mirada, sintiéndose indigna de su afecto. Le costaba decirlo: “Antes me gustaba otra persona, ¿eso no te molesta?“.
¡Y ese alguien era un completo desastre! Eso la hacía sentir muy avergonzada.
Demetrio levantó su cabeza, mirándola con una profundidad emocional que casi la ahogó: *Sería mentira decir que no me importa. Pero ahora eres mia y estoy agradecido por ello.
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Dejemos el pasado atrás, lo que quiero es nuestro futuro. Nayra, ¿me dejarías cuidarte, protegerte? Sé que no soy el más romántico, ni el más hábil con las palabras, pero cambiaré por ti, solo dame la oportunidad de cuidarte. No quiero que te quedes conmigo solo por lo de anoche, ni por el compromiso. Quiero conquistarte, hasta que te enamores de mi y luego nos casemos“.
Las lágrimas de Nayra volvieron a caer. Ese tonto, ¿por qué tenía que decir algo tan emotivo? Ella negó con la cabeza: “No, no quiero que me conquistes“.
Demetrio se tensó, pensando que ella no lo queria. Al ver su decepción, ella le rodeó el cuello con los brazos y lo empujó hacia abajo: “No quiero que me conquistes. De ahora en adelante, seré yo quien te conquiste. Puede que no me creas ahora, pero te haré creer. Yo, Nayra, solo amaré a un hombre, y ese hombre eres tú, Demetrio“, y dicho eso, tomó la iniciativa y besó los labios de Demetrio.
La sorpresa lo dejó atónito, ¿estaba soñando? Pero la suavidad bajo el le aseguraba que no era un sueño, la maravillosa sensación en sus labios le confirmaba que era real. Mirando a la chica bajo él, su timidez lo hizo sentir como si estuviera en el cielo, flotando tanto en cuerpo como en espiritu y en ese momento, todas las emociones reprimidas estallaron. Tomando la iniciativa, se acercó más a su suave figura, abrazandola con fuerza, deseando fusionarse con ella.
La fuerza con la que la abrazó sorprendió a Nayra.
Momentos después, el calor de la noche anterior continuo, y sus respiraciones se
entrelazaron una vez más. Demetrio penso en el desayuno que aún no estaba listo y soltó un suspiro: ‘¡Ya ni desayunaré!“.