Capítulo 281
A la mañana siguiente, temprano, me despertaron los ladridos de Estela..
“Uff…” Dormir últimamente me estaba costando un mundo.
Me estiré con ganas, deseando poder echar a patadas a Kent, que se me enredaba como un pulpo mientras dormia.
Pero el pobre estaba herido y, por eso, me aguanté.
Lo de anoche…
Solo de pensarlo me hierve la sangre, y sentia las mejillas ardiendo de rabia.
Este tipo nunca disimulaba cuando queria jugar o cuando le subian los humos….
Como ahora, que ni se le pasaba por la cabeza levantarse y seguía haciéndose el pesado encima mío.
“Nayri… tengo un sueño…” murmuró Kent, apretándome más contra él y moviéndose de arriba abajo, haciéndome sentir incómoda…
“Osvaldo, por lo menos hoy es el funeral de tu abuelo,” le recordé, dándole una palmada en la frente.
Kent soltó un gruñido, reacio. “No era mi abuelo…”
Sabía que le guardaba rencor a Felipe, pero habia que cumplir con las apariencias.
Intenté levantarme, pero de repente me atrapó y me quedé atrapada en la cama.
De golpe, se volcó sobre mi, con esos ojos ardientes que me aceleraban el pulso. “¿Qué planeas hacer?”
Kent me miró y beso mi frente con ternura.
“Sé buena,” dijo.
Kent soltó otro gruñido, esta vez conteniéndose y se levantó de mala gana para ducharse, sin olvidar antes de lanzar una mirada a mi vientre.
Probablemente estuviera renegando de nuestro pequeño.
Si no fuera por el embarazo, ya me habría devorado sin dejar rastro.
Suspiré aliviada y me levanté de puntillas hacia el baño.
Kent estaba bajo la ducha de agua fría, sin vapor en el aire, pero con un fresco que se agradecia.
Daba la espalda, las cicatrices parecían un árbol demoniaco extendiéndose, algo espeluznante a la
vista.
Sin pensar, extendi la mano hacia la herida de su espalda.
Se tensó un momento, sus piernas se movieron, quizás queriendo esquivarme.
“¿Te asusta?” preguntó con voz ronca.
“No es la primera vez que la veo…” negué con la cabeza. “¿Duele?”
Sabía que no preguntaba por el ahora, sino por el pasado.
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Capitulo 281
¿Habia dolido en ese entonces?
Kent no se volteó, solo negó con la cabeza.
Imposible que no le hubiera dolido…
“¿Cómo te hiciste esto?” apagué la ducha, evitando que me mojara con el agua fría.
Mis dedos siguieron su camino a lo largo de su cintura… y encontraron una cicatriz de unos cuatro centímetros, claramente de un corte.
Kent guardó silencio, solo tomó mi dedo y respiró hondo.. “Nayri… ¿esto es un castigo?”
Me quedé parada. “No, ¿por qué?”
“Entonces, ¿por qué me provocas…?” provocando un fuego que luego no apagas.
Había logrado calmar sus deseos con el agua fría.
“¿Estás en celo o qué?” pregunté entre dientes.
Él asintió seriamente. “Solo me pasa contigo.”
“…Eres un caso aparte,” esquivé su mirada candente, me lavé los dientes y sali corriendo de alli.
Kent tardó una eternidad en salir del baño, los demás y Braulio ya se estaban impacientando.
“¿Qué se demora tanto?” abajo, un tipo con pinta de gamberro se quejaba.
Frunci el ceño. “¿Acaso es necesario que esperen? Si no quieren, pueden irse.”
El hombre escupió al suelo. “¿Qué te crees?”
Mi paciencia se agotó, pero sabia que era mejor no meterse con la gente de Braulio en ese momento.
“Ainara, desde que ibas a la escuela eras bien lanzada, ¿crees que casándote con los Linares ya te volviste otra?” El tipo parecía querer sacarme de quicio. “Yo, ¿no me recuerdas? Soy Dacio, íbamos al mismo colegio antes de que te fueras a la ciudad. En nuestra escuela eras famosa, tu mamá decía que por plata, cualquiera podía hacer contigo lo que quisiera.”
Le eché una mirada, debía ser un antiguo compañero de Ainara.
Pero no recordaba nada.
Solo sentia lástima por lo que Ainara había vivido.
Cuando Kent salió, el tipo llamado Dacio se calló y simplemente me tocó la cara en broma frente a Kent.
Mis ojos se oscurecieron, miré hacia donde estaban las cámaras, habia demasiadas y no era día para problemas.
Kent se acercó a mi lado y con un gesto limpió mi rostro.