Capítulo 103:
Rena no podía encontrar dentro de sí misma para rechazar ‘Tyrone delante de Hyatt, aunque ella creía que el acuerdo no era realmente apropiado.
Tyrone lanzó una mirada a Danna, provocando que ésta tomara inmediatamente la mano de Rena y dijera: «El nuevo coche de mi hermano es increíble».
¿Cómo podía Rena rechazar la inocente petición de Danna?
Mientras subía al coche, expresó su gratitud a Tyrone: «Gracias por llevarnos».
Tyrone se acomodó el pelo y se miró en el espejo retrovisor. Sonriendo ante el comentario de ella, contestó: «Hace pocos días que no nos vemos. ¿Por qué tan formal ahora?».
Rena sonrió en respuesta, pero permaneció en silencio.
Durante todo el viaje, Tyrone mantuvo un silencio poco habitual en él.
No habló mucho durante el trayecto, a diferencia de antes.
Rena supuso que estaba molesto por su relación con Waylen y prefirió no entablar conversación.
Poco sabía ella que, cuando no tenía escapatoria por culpa de Harold, fue Tyrone quien instigó a Cecilia a llamar a Waylen. Describió a la familia Gordon como miserablemente acorralada, y Cecilia compartió ansiosamente este chisme con Waylen.
Al final, la familia Gordon encontró seguridad, y Rena se encontró con Waylen.
Tyrone no sabía si se arrepentía de sus actos o no. Pero al ver a Rena, reconoció que sus sentimientos por ella aún persistían. Hacía tiempo que sentía afecto por ella y no podía soportar ser testigo de su incomodidad y vergüenza.
Al llegar a su destino. Tyrone acarició cariñosamente el pelo de Danna y se volvió hacia Rena, diciendo: «Tengo una cita. Llévate a Danna a comer después del concierto. Vendré a recogerla más tarde».
Rena respiró aliviada.
Aún le debía un favor y deseaba sinceramente evitar cualquier relación tensa.
Cogiendo la mano de Danna, le aseguró: «Por supuesto, la invitaré a algo delicioso».
Tyrone les lanzó un beso juguetón y les guiñó un ojo con picardía. «¡Señorita Gordon, hoy está absolutamente impresionante!».
Rena se sonrojó.
Cuando entraron en el recinto del concierto, Danna se inclinó y susurró: «Tyrone tiene una nueva novia. Está muy buen
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a».
Rena despeinó cariñosamente la cabeza de Danna, encontrándola adorable.
Lyndon sólo había programado dos conciertos en Duefron, y el gran teatro rebosaba de asistentes ansiosos.
Circulaban rumores de que el precio de la mejor entrada VIP se había disparado hasta los ciento cincuenta mil. Tras asistir al concierto, Rena creyó de todo corazón que la actuación de Lyndon justificaba el elevado precio.
Sentía una profunda admiración por Lyndon.
Durante el banquete anterior, había perdido la oportunidad de conversar con él, y esta vez no parecía ser diferente. En cuanto concluyó el concierto, los periodistas se agolparon ante Lyndon, bombardeándole a preguntas sobre sus planes de futuro e incluso su vida personal.
Justo cuando Lyndon fue preguntado por su vida amorosa, su mirada se posó en Rena, entre la multitud.
Sus ojos reflejaban una admiración sin adulterar.
Lyndon quedó momentáneamente desconcertado.
Tenía un parecido asombroso con Reina. Cuando Reina vivía con él en su humilde estudio alquilado, ella también lo miraba con tanta adoración.
Tal vez debido a su estado de distracción, el avispado reportero siguió «la línea de visión de Lyndon y divisó a Rena entre el público. La cámara enfocó su rostro. «Sr. Coleman, ¿ha vuelto su hija del extranjero para asistir a su concierto?».
¿La hija de Lyndon?
En ese momento, el rostro de Rena apareció en la pantalla LCD, despertando el entusiasmo entre los espectadores. Había un innegable parecido entre la chica y Lyndon, sobre todo en sus ojos. Además, estaba sentada en la codiciada sección VIP.
Este inesperado malentendido provocó ondas de asombro entre la multitud.
Lyndon, que había superado numerosas pruebas en la industria del espectáculo, sabía que era imperativo aclarar la situación para proteger a Rena de cualquier posible repercusión.
Tomando las riendas de la situación, invitó personalmente a Rena a subir al escenario.
Sujetando el micrófono, Lyndon miró a Rena con ternura y aclaró.
«La conozco. Es una conocida mía. Si las circunstancias lo permiten, estoy más que dispuesto a tratarla como a mi propia hija».
Su porte destilaba gracia y elegancia.
Rena sintió una profunda admiración por él, aunque un dejo de tristeza invadió su corazón al saber que la identidad de su padre biológico podría seguir siendo un misterio para siempre.
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