Capítulo 768 
En una mesa de centro, se extendían fajos de billetes que sumaban un total de 230 kilos, una visión deslumbrante que dejaba a cualquiera sin palabras. 
La familia Paz saltó de sus sillas, con los ojos como platos y el cuerpo temblando de emoción. Nunca antes en sus vidas hablan estado tan cerca de tanto dinero. 
Los tres comenzaron a revisar el dinero con un júbilo que no podían ocultar. Aun delante de Aspen y su grupo de matones, no pudieron evitar exclamar: 
“¡Es dinero de verdad! ¡Dinero de verdad!” 
“¡Dios mío, nos hemos hecho ricos! ¡Realmente ricos! ¡Con tanto dinero!” 
Aspen, con las piernas cruzadas, observaba desde el sofá con una expresión fría mientras fumaba, viendo la avaricia en sus rostros. Su corazón dolía por lo que Carol había sufrido a manos de los Paz, y su odio hacia ellos era igual de intenso. 
Quisiera despedazarlos, pero eso sería demasiado fácil. 
“¿Todo este dinero es realmente para nosotros?” preguntó el padre de Dalia, Diego Paz. 

Aspen asintió. “Sí“. 
“¡Bien, bien, bien! Entonces nos lo llevaremos.” Diego, lleno de emoción, empezó a meter el dinero en maletas junto con su esposa e hija. 
Aspen simplemente continuó fumando, observando cómo metían los 10 millones de efectivo en dos grandes maletas. 
Una vez que el dinero estuvo guardado, la actitud de Diego cambió completamente, pasando de un mendigo a un hombre rico en segundos. Se volvió arrogante incluso con los matones, 
“Vengan aquí y bajen el dinero. Les pagaré cada centavo que les debo hoy mismo.” 
A Diego le debía varios millones, pero con 10 millones podría saldar sus deudas y aún así quedarse con un buen pellizco. 

El dinero da poder, y los matones lo obedecieron sin chistar. 
Fue entonces cuando Aspen finalmente habló con frialdad, 
“Antes de irse, aclaremos lo de Carol.” 
Diego se quedó atónito por un momento antes de declarar, 
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Capítulo 768 
“Carol fue criada por nosotros, su vida está en nuestras manos. Ahora que tenemos tu dinero, ella te pertenece a ti. Puedes hacer lo que quieras con ella, nosotros no intervendremos. Nunca más la buscaremos. A partir de hoy, sea lo que sea que le pase, no tiene nada que ver con nosotros, los Paz.” 
Aspen lo miró con frialdad, 
“Para mí, no cumplir lo prometido conlleva consecuencias graves.” 
Su tono era frío, su mirada aún más. Diego se apresuró a asegurar, 
“Te lo prometo, hoy es la última vez que buscamos a Carol. Nunca más volveremos 
a molestarla, aunque nos enfrentemos al peor de los problemas.” 
Aspen los observó por unos segundos más antes de volver a hablar, 
“Ya que hemos resuelto lo de Carol, hablemos de nosotros.” 
Los Paz estaban confundidos, “¿Nosotros? ¿Qué asunto tenemos?” 
Aspen miró a Dalia, 
“Cuando Carol quedó embarazada, estaba esperando mi hijo. Las ofensas que lanzaron contra Carol y mis hijos, ¿fue educación de los Paz o deberé encargarme yo?” 
Diego lanzó una mirada furiosa a Dalia, “Le pediré que se disculpe contigo.” 
Aspen, con una mirada gélida, dijo, “No acepto.” 
Diego frunció el ceño, “¿Qué necesitas para aceptarlo?” 
Aspen respondió, “La gente solo aprende cuando siente el dolor.” 
Entendiendo el mensaje, Diego exclamó sorprendido, “¿Quieres que golpee a mi propia hija? No, no, nunca ha sido golpeada desde que nació.”