Capítulo 598
Aspen, sin hacer mucha fuerza, la agarro justo cuando ella intentaba zafarse otra vez.
No le quedó otra que cargarla como saco de papas y llevarla directo al cuarto, tirándola sobre la cama y luego él encima.
Carol se quedo quieta al toque.
Sus ojos se abrieron de par en par y su voz temblaba, “¿Qué, qué crees que estás haciendo?”
Aspen, tratando de mantener la calma pero con voz amenazante, le dijo,
“Te convendría quedarte tranquila y escucharme. Si no, no respondo de mis actos esta noche.”
“¿Qué… qué quieres decir con no responder?”
“Por ejemplo, faltarte el respeto.”
“¡Ni se te ocurra!”
“¿Por qué no lo comprobamos? ¡A ver si me atrevo o no!”
Carol tomó aire, claramente desafiante, pero se contuvo de seguir protestando y solo lo miró fijamente, mordiéndose el labio.
Aspen frunció el ceño, “¡Deja de morderte el labio!”
Siempre le molesto ese gesto; cada vez que ella lo hacía, sentía que en cualquier momento se le iba a acabar la paciencia.
Carol, indignada, “¡Es mi labio!”
Aspen, firme, “¡Por lo mismo no se puede!”
Si fueran los suyos, no le importaría.
Carol no entendía qué pasaba por su cabeza, pero tampoco quiso provocarlo más y soltó el labio.
Al ver sus labios entreabiertos, Aspen sintió una tentación enorme y tuvo que controlarse para soltarla y alejarse hacia la puerta.
Si no se iba en ese momento, sabía que podría perder el control.
Quería besarla, ¡cómo la quería besar!
Aspen se alejó y Carol, aprovechando, saltó de la cama para cerrar la puerta pero, justo cuando estaba por hacerlo, una mano grande impidió que se cerrara.
Aspen, sin esfuerzo, abrió la puerta y entró con una botella de agua fría en la mano.
Después de entrar, pateó la puerta para cerrarla.
Carol, asustada, volvió a la cama envolviéndose con la cobija, solo dejando a la vista sus grandes y brillantes ojos, mirándolo con cautela.
Antes de que él pudiera decir algo, ella se adelantó,
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“Si te atreves a faltarme el respeto, te juro que te arrepentirás.”
Aspen, tratando de contenerse, caminó hasta el pie de la cama, abrió la botella y se la ofreció,
“Toma, bebe un poco de agua para que te calmes.”
Carol, desconfiada, no extendió la mano.
Con una mirada intensa, Aspen sugirió, “¿Prefieres que te dé de beber?”
Rápidamente, Carol tomó la botella, la olió para asegurarse de que estába bien y tomó un sorbo. Después de darse cuenta de que tenía sed, bebió varios tragos
más.
Aspen, apoyado en la pared y mirándola, pensó que si hubiera sabido que el agua la tranquilizaría, lo habría hecho antes.
Después de beber, Carol dejó la botella en la mesita y se escondió de nuevo bajo las cobijas, dejando solo sus grandes ojos al descubierto.
Finalmente, Aspen suspiró y con paciencia intentó explicar,
“Creas o no, tengo que decirte. Tuve que entrar por la ventana esta noche porque quería venir a aclararte lo que sucedió hoy. No sabía que estabas en la ducha
Te vi salir envuelta en una toalla y preocupado porque alguien más te viera, intenté agarrarte para detenerte, pero terminé agarrando la toalla… fue un accidente.
Carol frunció el ceño, a medio convencer.
Aspen continuó,
*Si realmente hubiera querido faltarte el respeto, ya lo habría hecho y no estaríamos aquí hablando. Créeme que no me habría conformado con solo mirarts
Al pensar en lo que pudo haber pasado, Aspen tragó saliva, tratando