Capítulo 528
Pero hoy, él sentía que ella era especialmente pesada, como si llevara un contrapeso consigo.
Después de que se fue, isu corazón se sintió vacío!
“¡Oye, apúrate!”
Carol lo llamaba desde unos metros más allá.
Ella había caminado un poco antes de darse cuenta de que él aún no había bajado del carro y estaba esperándolo en su lugar.
Como él la había cargado, ella no llevaba su abrigo, solo tenía puesto un suéter color crema.
En la parte de abajo, llevaba unos leggings negros y unos botines para nieve comunes que se podían ver un par igual en cualquier parte.
Sentía un poco de frío, se frotaba las manos y las soplaba, también daba pequeños saltitos para calentarse.
Su cabello, largo hasta la cintura, estaba suelto y un poco desordenado, con un rastro de sangre en la frente y los ojos rojos de haber, llorado.
A primera vista, parecía una chica de origen humilde, justo después de haber pasado por una situación difícil.
Pero aún así, atraía todas las miradas.
Porque tenía una belleza poco común. No usaba ni una gota de maquillaje, pero aun así, era increíblemente hermosa.
En una era donde la belleza artificial es la norma, su belleza natural era rara y deslumbrante.
“Aspen, ¿no vas a entrar al hospital con la Srta. Carol?” Abel le recordó.
Aspen, finalmente desvió la mirada, salió del carro y se ajustó la ropa antes de dirigirse hacia ella con zancadas largas.
Apenas se acercó, Carol empezó a reclamar con un puchero,
“¿Qué tanto demoras? A esta hora el hospital está lleno, ni sé hasta cuándo tendremos que esperar. Apúrate, que los niños están en
casa.”
Aspen no respondió, solo le puso su abrigo encima.
Carol se quedó confundida.
Con una expresión fría, Aspen explicó,
“Si te enfermas, Miro se va a preocupar y no podrán disfrutar de la Navidad.”
“Oh, ¿y tú no te vas a resfriar? ¿Qué pasa si te enfermas?”
“No, yo no soy tan delicado como tú.”
“¿Soy delicada?”
Aspen movió los labios, pero no dijo nada.
Carol miró su abrigo y dijo, “Una prenda tan buena, sería una lástima tirarla después de usarla una vez, ¿no?”
“¿Por qué habría que tirarla?”
Porque no te gusta que yo use tu ropa, si la uso, tú no la querrás después, eso es como tirarla, ¿no?”
“¿Cuándo he dicho que no me gusta que uses mi ropa?”
“Esa vez que estabas borracho, tomé uno de tus suéteres de cuello alto y te molestaste, dijiste que si yo lo usaba, tú no lo querías más, que te daba asco.”
Aspen frunció el ceño, “¿…?” ¿Había dicho eso?
“¡Nunca dije eso!”
“¡Lo dijiste! ¡Lo recuerdo muy bien! Ese suéter aún está en mi casa. Lo lavé pero nunca me atreví a devolvértelo.”
Aspen frunció más el ceño,
“Malinterpretaste mis palabras. No me’da asco que uses mi ropa y acuérdate de devolvérmela.”
Carol, confundida, lo miró con grandes ojos y preguntó,
“Entonces, ¿qué querías decir esa vez? Si no te disgusta que use tu ropa, ¿qué te disgustaba?”
“¡Ya no me acuerdo!”
Carol hizo un puchero y no dijo más, simplemente se envolvió en su abrigo y corrió hacia la entrada de emergencias.
16.39
Aspen le agarró la mano y la detuvo, luego la guio en otra dirección.
Carol, confundida, preguntó, “¿A dónde vamos? ¿No íbamos a ver al médico?”
Aspen, un tanto molesto, dijo: “¡Vamos a entrar por atrás!”
“¿Por atrás? ¿Conoces a algún médico aquí?”
“¡Nathan Castro!”
Ahi Carol recordó,
“Oh, es verdad, había olvidado por completo al Dr. Nathan, últimamente solo he pensado en tus cosas.
Lo que dijo Carol, sin intención, resonó de manera especial en Aspen. Al filtrar sus palabras, solo quedó una idea:
Ella solo pensaba en él.
Y tras una segunda reflexión, se redujo aún más:
Ella lò extraña.
Aspen la miró con un significado profundo, a punto de decir algo, pero al ver la herida en su frente, decidió quedarse callado.