Capítulo 526
Lain rápidamente soltó a Ledo y Luca, para abrazar a Miro y tranquilizarlo,
“Miro, tranquilo, todo ha terminado. Si algo te pasa ahora, mamá se va a preocupar aún más. Ella dejará todo de lado y correrá a verte.
Si quieres que mamá esté tranquila y vaya al hospital a curarse, necesitas calmarte, escuchar y portarte bien…”
Ledo y Luca, que apenas se habían percatado de la condición de Miro, empezaron a consolarlo,
“Miro, olvidate de esos malandros, piensa en mamá, en su sonrisa, en sus sueños…”
Miro sufria de un trastorno mental y aunque últimamente estaba mejor, aún no estaba del todo recuperado.
Si tenia una crisis en ese momento, todo se complicaría aún más.
Por suerte, Miro heredó la calma de Aspen. Cerró los ojos y se apoyó en el hombro de Laín, forzándose a tranquilizarse.
Las lágrimas caian silenciosamente, todas por el dolor que sentía por Carol.
Por otro lado, Aspen bajaba las escaleras apurado, llevando a Carol en brazos.
Abel rápidamente abrió la puerta del auto para que subieran.
Sin preocuparse por mantener un perfil bajo, arrancó el lujoso carro hacia el hospital.
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Abel, muy atento, subió el panel divisorio entre los asientos delanteros y traseros, creando dos espacios privados en el auto.
Sabía que Aspen y Carol tenían mucho de qué hablar.
Aspen, sentado en el asiento trasero sin soltar a Carol, no sabía cómo consolar a una mujer, solo repetía una y otra vez,
“No temas, ya estoy aquí… Espanté a los malvados, no se atreverán a lastimarte de nuevo, los niños también están a salvo, no te
preocupes…
Carol temblaba fuertemente en sus brazos, su mente seguía zumbando, sin poder entender la palabra “Asp” que Paulo había gritado
antes.
Después de un rato, finalmente se recuperó.
Con los ojos rojos y el labio tembloroso, miró a Aspen y preguntó,
“¿Me estás mintiendo?”
“¿Eh? ¿En qué te menti?”
“Tu abuelo dijo… que tú…”
Carol se quebró, incapaz de contener las lágrimas, aparentemente destrozada.
Aspen, sin pensarlo, le secó las lágrimas y dijo,
“¡No debes creerle ni media palabra de lo que dice!”
“Pero él… él tiene una grabación de la policía, dicen que hay pruebas de que mataste a alguien, ¡que te van a condenar a muerte!”
“¿Así que creíste esas tonterías y pensaste que me condenarían a muerte?”
“¡Sí!”
¿Y por eso estás tan triste?”
“¡Sí!”
Aspen la miró, tocado en lo más profundo de su ser por su preocupación.
Apretó un poco más el abrazo y, mientras le secaba las lágrimas, le dijo con voz suave,
“¿Cómo puedes ser tan tonta? ¿Cuántas veces te dije que no me pasaría nada? ¿Cómo es que él dice algo y tú le crees?”
Carol se frustró, su rostro se tiñó de rojo, casi como si estuviera enojada porque él no entendía lo que decía, y explicó con vehemencia, “¡Pero te dije que tenía una grabación de la policía! Y si no estuvieras en problemas, ¿cómo es que llegó él a buscarnos? Dijo que serías condenado a muerte, que nunca saldrías, que pronto te fusilarían. ¡De verdad!”
Viendo su inocencia y confusión, Aspen explicó con paciencia,
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“No es que no te crea, pero mira, ya sali, no me condenaron a muerte. Eso prueba que lo que dijo era mentira. No tengas miedo.”
Carol lo míró con ojos llenos de lágrimas,
¿No te escapaste de la cárcel, verdad?”
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Aspen No.
te van a volver a arrestar?”