Capítulo 489
Lain se quedó pasmado por un momento tras escuchar a Aspen, claramente sorprendido por su comentario inesperado.
Lo miraba fijamente, sin saber cómo reaccionar.
A veces, quien habla no piensa, pero quien escucha si siente.
Una emoción extraña enipezó a brotar en su corazón, una mezcla de orgullo y alegría por ser reconocido, junto con la amargura y la tristeza de no ser identificado.
Pero no lograba entender de dónde venía esa tristeza.
Si ni siquiera esperaba ser reconocido por él!
Para él, Aspen era alguien indiferente.
Desde que podían recordar, él y sus hermanos vivieron solo con su mamá, Carol. Ella siempre estuvo ahí para ellos, cuidándolos y amándolos.
En los buenos momentos, estaba mamá.
En los malos, también.
Cuando estaban enfermos, cuando no podían dormir, cuando aprendían a comer, a hablar, a caminar… siempre estaba mamá.
En cuanto a su papá…
Cuando vivian en las montañas, casi no tenían idea de quién era.
Probablemente porque mamá los cuidaba tan bien que nunca sintieron la falta de un padre.
Luego, al volver a Puerto Rafe y descubrir quién era él, no sintieron alegría, solo resentimiento y enojo.
No estaban enojados por su ausencia como padre, sino por el dolor que le causó a mamá.
Incluso pensaron en vengarse, en hacerle pagar por lo que hizo.
Pero con el tiempo, al empezar a entender más sobre su papá y con la llegada de Miro, y gracias a la influencia de otros niños en el jardín de infancia, empezaron a ver a su papá bajo una nueva luz.
Al final, no hay niño que no anhele el amor de un padre.
El jardín de infancia es un mundo simple, y para niños de tres a cinco años, sin las redes sociales o grupos de amigos que tienen los mayores, sus padres son todo lo que tienen.
Hablando entre ellos, siempre terminan mencionando a sus papás y mamás.
“¡Qué linda tu vincha de conejito!”
“¿Te gusta? Mi mamá me la compró.”
“Tu libro de quietud está genial.”
“Claro, ¡mi papá me ayudó a hacerlo!”
En esos momentos, ellos tres podían hablar sin parar de mamá, pero cuando tocaba hablar de papá, solo quedaba el silencio.
Sin nada que decir, no podían participar en esas conversaciones.
Y justo los niños aman presumir de sus papás, especialmente los varones.
Ledo, por su carácter, era el que más detestaba a Aspen, así que al principio, cuando los niños empezaban con sus historias de papás, se impacientaba.
Interrumpía con fastidio:
“¡Ya basta de hablar de papás! Hablemos de mamás. Mi mamá, Carol, es la más hermosa, dulce y bondadosa, y cocina las mejores comidas…”
Pero con el tiempo…
Después de un rato en el jardín, Ledo dejó de interrumpir. Aunque lo hiciera, al siguiente segundo alguien más sacaría el tema de
nuevo.
Solo se quedaba sentado, con el ceño fruncido, claramente molesto y frustrado.
Luca también le preguntó en privado:
Hermano, tener un papá es algo de lo que sentirse orgulloso y feliz? ¿Por qué todos hablan tanto de los suyos?”
Le devolvió la pregunta: “¿Tú quisieras un papá, Luca?”
09:16
Luca se quedó pensando un buen rato antes de responder timidamente:
“Amo a mamá más que a nada. Pero también me gustaría poder decir con orgullo que tengo un papá que nos quiere. Quisiera que me llevara al colegio, que me recogiera, que me abrazara y me alzarà en el aire…
Quando preguntan por nuestro papă, no sé qué decir, tengo miedo de que se burlen de nosotros por no tener uno que nos quiera… Claramente, Luca también deseaba tener un papă.
Aunque Ledo no expresaba su deseo de tener un padre tan directamente como Luca, en el fondo sentía lo mismo.
Después de todo, ¿qué niño de cinco años no anhelaria el amor de un padre?
Pero