El repentino bajón en la conversación hizo que el ambiente en la cocina se pusiera un poco tenso.
Aun así, Rena no tenía intención de marcharse todavía.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta. Eloise estaba ayudando a Darren con sus ejercicios de rehabilitación, así que le pidió a Rena que abriera la puerta.
Rena se dirigió obedientemente a la puerta y la abrió.
Pero en cuanto vio quién estaba fuera, se le borró todo el color de la cara.
Harold estaba de pie en la puerta, con varias colillas a sus pies. Rena no sabía cuánto tiempo llevaba allí parado antes de decidirse a llamar al timbre. Sus miradas se cruzaron.
La voz de Eloise llegó desde el interior de la habitación. «Rena, ¿quién es?»
Rena respondió rápidamente: «¡Nadie! Sólo un vendedor de seguros». Luego salió y cerró la puerta a toda prisa.
Al ver aquí a su ex novio, Rena no sintió nada por él.
Le preguntó fríamente: «¿Qué haces aquí? Si has venido a visitar a mi padre, no hace falta, ¿No crees que mi padre ya ha sido torturado bastante?».
Harold tiró otra colilla al suelo y la apagó con el pie.
Cuando levantó la cabeza, clavó los ojos en ella y le dijo: «¡Rena, he venido a verte! Vamos a nuestro antiguo apartamento. Tus cosas aún están allí. Deberías ir allí a recogerlas».
Rena le miró incrédula.
¿Cómo se atrevía a mencionarlo?
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En el pasado, ella pensaba que ese apartamento guardaba sus mejores recuerdos, pero ahora sabía que estaba equivocada al respecto. Sin dudarlo, negó con la cabeza y dijo: «Tíralos a la basura».
Harold parecía haber esperado esa respuesta.
Sonrió y trató de convencerla. «Sabes que no las tiraré».
«¡Pues haz lo que quieras con ellos!».
Como no quería perder el aliento con él, Rena estaba a punto de volver a entrar.
Pero Harold la abrazó de repente por detrás y le susurró: «Deja de ser tan fría conmigo, Rena. Antes no eras así».
Rena apretó los dientes, con la sangre hirviéndole de rabia y resentimiento.
No se lo pensó dos veces y levantó la mano para abofetearle con todas sus fuerzas.
«¡Qué vergüenza! Rompimos hace mucho tiempo».
Harold se quedó helado. Parecía triste, pero no perdió los nervios.
Rena le miró con desdén.
Conocía muy bien a Harold. Ahora lo estaba pasando mal en el trabajo, pero no podía quejarse a su novia, así que pensó en acudir a Rena. Pero ella no quería tener nada que ver con él, ¡y mucho menos escuchar sus penurias!
Rena hizo todo lo posible por calmarse y dijo con los dientes apretados: «Sr. Moore, ¡no se atreva a volver a dirigirse a mí! Ya he superado lo que me hizo a mí y a mi familia, ¡así que espero que deje de molestarme a partir de ahora!».
Harold la miró en silencio. :
Su cara seguía siendo bonita y delicada, pero ya no era tan mansa y obediente como antes.
En el pasado, era Rena quien lo hacía todo por su relación. Harold siempre la había dado por sentada, y cuando sintió que era el momento adecuado para perseguir a Cecilia en busca de mayores beneficios, rompió con Rena sin dudarlo. Ni siquiera sintió la necesidad de darle una explicación, y mucho menos de disculparse.
Siempre pensó que Rena le amaría sin corresponderle, pero se equivocaba.
Ella ya no le quería.
Y aquí estaba él, echándola de menos.
Harold era un hombre orgulloso y testarudo. Se metió una mano en el bolsillo y rodeó con los dedos la llave del apartamento.
Era la misma llave que Rena había utilizado antes.
Sonrió y resopló con indiferencia. «Tienes razón. Deberíamos seguir caminos separados. Es lo que nos conviene a los dos».
Rena no dijo nada más y se limitó a cruzar los brazos sobre el pecho.
Entonces Harold se inclinó más hacia ella y le susurró: «¿Pero de verdad crees que Waylon te quiere? Despierta, Rena. ¿Sabes cuántos ricos y poderosos lo quieren?».
Mientras hablaba, Harold la miraba fijamente.
Nunca se había acostado con Rena. Era lo que más lamentaba. Antes siempre la daba por sentada, pero ahora, ¡la había perdido y no podía dejar de pensar en ella día y noche!
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