La afinidad de Rena hacia Waylen era incuestionable y las razones que la motivaban ambiguas.
Podía atribuirse a un sentimiento de gratitud, o tal vez era su agradable aspecto lo que la cautivaba. En cualquier caso, era innegable el cariño que sentía por él.
Además, Rena se encontraba en su compañía sólo para darle felicidad.
Sin embargo, su actual estado de abatimiento contrastaba con su plan original. Se reprendió a sí misma por permitir que tal negatividad la afectara.
Con la mirada baja, la voz de Rena se suavizó mientras confesaba: «Tu aspecto, tu físico… me atraen mucho».
Waylen rozó delicadamente sus delgados dedos contra sus labios, haciendo que Rena se sonrojara y su corazón se acelerara de anticipación.
Sin embargo, en medio del torbellino de emociones, Rena no perdió de vista un asunto importante. Le rodeó el cuello con los brazos y preguntó: «Aline me ha difamado. ¿No puedo hacer nada para vengarme?».
«¿Le das mucha importancia a las opiniones de los demás?», preguntó él.
Decidida a complacerle, Rena se esforzó al máximo. Con tono sincero, expresó: «No deseo que los niños a los que he enseñado se desilusionen conmigo. Temo que me perciban como un individuo indigno».
Waylen enterró su rostro junto al cuello de ella, emitiendo una suave risita.
Su sonrisa tenía un matiz de burla cuando comentó: «¿Te acuestas debajo de mí y aun así reclamas decencia?».
Rena se quedó sin palabras.
Aunque había compartido momentos íntimos con Waylen en varias ocasiones, su relación aún no había llegado al punto de la intimidad física.
Apenada, lo apartó suavemente y buscó refugio en el cuarto de baño de la habitación.
Esta noche, los ánimos de Waylen estaban especialmente caldeados, lo que hizo que no tardara en seguir los pasos de Rena.

Una vez que ella terminó de limpiarse y de aplicarse los productos para el cuidado de la piel, él la abrazó por detrás, apoyando la barbilla en su hombro: «¿Estás enfadada conmigo?», preguntó.
«¡No! ¿Cómo podría estar enfadada contigo?», respondió ella, intentando acallar cualquier atisbo de resentimiento.
Waylen la agarró suavemente de la barbilla y la obligó a girarse hacia él para darle un apasionado beso. Tras un prolongado intercambio de afecto, la guió con cuidado, colocándola al abrigo de sus brazos.
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La inquietud de Rena la inmovilizó, incapaz de hacer ningún movimiento.
Fijando su mirada en ella, Waylen habló en voz baja: «No tienes que preocuparte por nada. Déjamelo a mí. Tu única tarea es asistir a la reunión escolar como es debido».
Después de contemplarlo por un momento, Rena se armó de valor para preguntar: «¿Planeas acompañarme a la reunión escolar?». I
«¿No estoy suficientemente presentable? ¿O prefieres asistir con un caballero mayor?», replicó.
Rena respondió en tono amable, tratando de aclarar: «Nunca he dicho eso. Simplemente estoy perpleja de por qué no temes revelar nuestra relación a los demás».
Waylen desestimó su preocupación a la ligera, afirmando: «Ninguno de los dos estamos casados, y nuestra relación es normal. ¿Por qué iba a tener miedo?».
Rena permaneció en silencio, con la mente en blanco.
Aún ligeramente ebria, rodeó con sus brazos la cintura de Waylen, encontrando consuelo mientras se apoyaba cómodamente en su pecho.
Un sopor comenzó a apoderarse de ella.
Con ternura, Waylen la llevó a la cama, donde Rena se acurrucó y se sumió en un sueño tranquilo, acurrucándose de lado.
Mientras el sueño la acechaba, una sensación de frescor la envolvió cuando Waylen se unió a ella tras darse una refrescante ducha.
Dado su aprecio por su físico, no pudo resistirse a disfrutar de la experiencia táctil.
Rena se despertó de su sueño, pero el cansancio le impidió reconocerle.
Prefirió fingir que dormía, manteniendo la ilusión de no estar consciente.
Waylen detectó el ritmo acelerado de su respiración. En lugar de imponerse a ella, se apoyó suavemente en su delgado hombro y le preguntó en voz baja: «¿Cuánto suele durarte la regla?».
Un tono rosado adornó las mejillas de Rena.
Tras una breve pausa, susurró: «Normalmente cinco días».
Al oír su respuesta, Waylen retiró las manos, se dio la vuelta y se quedó quieto.
Sus caricias cesaron por completo.
Por la mañana, Rena tomó la iniciativa de ayudarle a abrocharse la corbata.
Bañada por la suave luz de la mañana, su delicado rostro irradiaba una belleza exquisita.
Waylen la cogió de la mano y, con voz tierna, le sugirió: «¿Por qué no vas de compras y te compras ropa nueva? Ya sabes, para prepararte para la reunión del instituto».
Rena se había acostumbrado a la frugalidad en los últimos tiempos.
Con sinceridad, admitió: «Necesitaría una suma considerable de dinero».
Una sonrisa se dibujó en los labios de Waylen.
Habiendo nacido en la opulencia, nunca le faltó dinero.
Intrigado por su respuesta, le pellizcó cariñosamente la mejilla naa’poniéndose su reloj de un millón de dólares. ™
«Simplemente comprar algo de ropa y cargarlo a la ona que he proporcionado. Resulta que necesito unas cuantas camisas y puedes ayudarme a seleccionarlas.»
Rena discernió sus verdaderas intenciones; él simplemente deseaba atraerla a una excursión de compras. Después de todo, en su armario abundaban las camisas.
Las mujeres, por naturaleza, sentían inclinación por la sastrería.
Expresando su gratitud con suave sinceridad, Rena pronunció suavemente: «Gracias».
Waylen se inclinó, presionando sus labios contra los de ella y respondió: «De nada».
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