Capítulo 33:
Rena bajó la mirada, con la voz calmada pero teñida de tristeza. «Se trata de su ego», murmuró en voz baja.
Harold no la quería de verdad.
No soportaba la humillación de depender de la familia Fowler y trataba de salvar su orgullo por otros medios. Rena, que una vez estuvo profundamente enamorada de él, se había convertido en su objetivo.
A Vera le dolía Rena. Tiró de su amiga en un abrazo reconfortante, ofreciéndole palabras de consuelo. «Ignóralo.
Ha perdido la cabeza».
Rena asintió en silencio.
Estaba decidida a marcharse de Duefron con Eloise cuando se resolviera el caso de su padre. Encontrarían un nuevo hogar. Sin embargo, la culpa y el dolor persistían en su interior. Su relación con Harold no sólo había provocado el encarcelamiento de su padre, sino que también había dejado a Eloise con una vida de incertidumbre.
Vera permaneció a su lado, ofreciéndole consuelo y apoyo hasta que tuvo que atender otros asuntos y despedirse de Rena.
Como el teléfono de Rena seguía sonando, contestó de mala gana, sólo para ser recibida con una mala noticia tras otra por haber perdido todos sus trabajos a tiempo parcial.
Cuando su teléfono sonó una vez más, vio el nombre de Harold en la pantalla. En cuanto contestó, se encontró con un silencio absoluto al otro lado de la línea.
Finalmente, la voz de Rena se volvió fría. «Harold, ¿qué más quieres?», le preguntó con tono distante.
Harold respondió con una mueca.
«¿No sabes ya lo que quiero?».
Rena permaneció en silencio, negándose a ceder. Harold no pudo evitar continuar: «Rena, ¡suplícamelo!
Si me lo suplicas, podré resolver todos estos problemas. Te compensaré por todo lo que has perdido. Podrás tener una vida mejor que antes. Éramos tan felices juntos, ¿no?»
Ella se burló: «¿Eras feliz cuando te acostabas con Aline?».
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La voz nerviosa de Harold preguntó: «¿Quién te ha dicho eso?».
Rena replicó: «¿Tú qué crees?». Después, cortó la llamada.
Esta confrontación seguramente obligaría a Harold a tratar con Aline. Al fin y al cabo, los dos eran repulsivos a los ojos de Rena.
Harold colgó el teléfono lentamente, con el rostro ensombrecido.
¿Cómo se atrevía Aline a revelar su secreto a Rena?
Sólo habían estado juntos una vez y había sido pura lujuria. ¿De verdad creía que era el verdadero amor de Harold? ¿Cómo se atrevía a traicionarlo así?
Movido por la ira, Harold llama inmediatamente a su secretaria para que acuda a su despacho. Para su sorpresa, Aline había llegado sin ser invitada. La secretaria tropezó con sus palabras: «Señor Moore, he informado a la señorita Hanson de que estaba usted reunido, pero…».
Harold se aflojó la corbata, con voz fría como el hielo. «Déjela pasar».
La secretaria, desconcertada, se apresuró a hacer pasar a Aline al despacho. Aline se había vestido para impresionar, con un vestido ajustado que acentuaba sus curvas. Al entrar, rodeó el cuello de Harold con los brazos, con voz preocupada. «¿Te encuentras mal? Quería que vinieras a mi casa, pero dijiste que estabas ocupado».
Harold la besó apasionadamente.
Su pericia era tan evidente que Aline no pudo resistirse y respondió con entusiasmo. Enseguida empezó a gemir de placer contra sus labios.
Justo cuando estaban a punto de continuar su momento íntimo, Harold agarró suavemente el largo pelo de Aline, su voz un murmullo bajo. «¿Le has contado a Rena lo nuestro?»
Tomada por sorpresa, Aline gimió y protestó: «Harold, ¿por qué sacar el tema? Sigamos…».
«Parece que es verdad», dijo Harold, mordiéndole ligeramente la mejilla.
La mujer se sorprendió de inmediato.
Por fin se daba cuenta de que a Harold le pasaba algo. No era el mismo de siempre, pero no lograba entenderlo.
Perdida en sus pensamientos, Aline sintió de repente un dolor agudo en el cuero cabelludo. Harold le había agarrado el pelo con fuerza y había tirado de él con fuerza. En un instante, su frente chocó contra la mesa, la sangre goteó por el impacto.
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