Capítulo 339 
Elías estaba hablando de sí mismo con una mezcla de ironía y desdén. 
La familia Linares, con su alcurnia y su poder, siempre quiso deshacerse de los hijos que nacían defectos congénitos, mucho más una familia del montón. 
“Y estos dos que no paraban de buscar a su hijo… rechazaron las donaciones de la sociedad, vendieron todo lo que tenían, y vivieron arrepentidos toda su vida. Se odiaban por haber permitido que su hijo participara en aquel concurso de genios, por haberle metido tanta presión, se odiaban por sentirse inútiles…” 
Realmente amaban a su hijo. 
Pero qué ironía, aquellos que de verdad amaban eran usados por otros. 
Se ha convertido en un cuchillo asesino y en un trozo de carne en las tablas de cortar de 
otras personas. 
Eran demasiado inocentes, demasiado tristes. 
El hilo más delgado siempre se rompe primero, y las desesperadas súplicas de aquellos sin poder, los de abajo, sonaban tan desesperadas. 
¿Qué nivel de desesperanza debían alcanzar para decidir convertirse en los verdugos de 
otros? 
“Donaciones de la sociedad, ¿qué familias recibieron qué donaciones? ¿Organizaciones benéficas? ¿Quién está detrás de todo esto?” pregunté, frunciendo el ceño. 
“Ya lo investigué, todo fue manejado por la gente de la Fundación Ángel, que siempre ha sido la esperanza de la gente humilde de Monte Azur y tiene una reputación impecable en el mundo de la caridad. Ahora, si un niño de familia sencilla se enferma, puede solicitar ayuda de la Fundación Ángel,” dijo Elías con un gesto de indiferencia. 
Tomé una profunda respiración. 
La Fundación Ángel. 
Demasiado familiar. 
“Esa es la fundación benéfica que la mamá de Renán estableció…” dije en un susurro, con la voz ronca y temblorosa. 
Esperaba que todo fuera una coincidencia. 
De lo contrario… este juego de ajedrez es demasiado grande y cada vez hay más arañas en la telaraña. 
Y nosotros, simples insectos, ¿cómo sobrevivir en esta gran red? 
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La sociedad en sí es una red… no hay bien ni mal absoluto. Este mundo tampoco es blanco y negro, dijo Elías con su tono habitual de desapego. “Aquel a quien consideras Imperdonable quizás es el hijo más devoto, y quien parece un gran benefactor, tal vez tlene las manos manchadas de sangre…” 
“Cada gran fortuna tiene sus sombras, sin excepción. ¿Crees que esos multimillonarios… alguno tiene un pasado limpio? ¿Sin huesos ni sangre?” 

Este mundo es como una enorme picadora de carne, vivir en ignorancia y sencillez es la mayor felicidad y libertad. 
“¿Puedes saber quién financió el enorme premio en metálico detrás de la organización del concurso de genios?“, Preguntó Lucas a Elías. 
“Sí, fue esa misma Fundación Ángel,” respondió Elías encogiéndose de hombros una vez más. 
No era ningún secreto. 
En aquel entonces, la Fundación Ángel se dedicaba a los niños con deformaciones congénitas, enfermedades genéticas y enfermedades raras, y captó amplia atención social. La familia Hierro también fue alabada por los medios y la prensa por esta obra caritativa, lo que sentó una base sólida para que Renán tomara las riendas del Grupo Hierro más adelante. 
Nadie llega a la cima en un solo paso; sin la base del Grupo Hierro, Renán no habría alcanzado su posición actual. 
Respiré hondo, frotándome la sien. 
La Fundación Ángel. 
La familia Hierro, Renán. 
Entonces… ¿no solo Renán me engañó deliberadamente en aquel entonces? ¿Yo también me acerqué a Renán con intenciones engañosas? 
¿Qué relación tenía realmente con Quique? 
“Nayri, te ves pálida, vamos a descansar…” Kent miró preocupado, queriendo llevarme con él. 
“En unos días es el cumpleaños de Omar… cuando vayas, enciende una vela por mí, yo no iré…” dijo Elías con arrogancia, como si se sintiera incómodo al mencionar a Omar. 
Kent no dijo nada, solo bajó la mirada, mostrándose inusualmente dolorido y melancólico. 
Omar había muerto por él… un recuerdo que Kent jamás podría olvidar, su pesadilla de por vida. 
¿Por qué Elias le tiene tanto miedo a Kent?” pregunté en voz baja una vez en el coche. 
“Él también me teme a mi, dijo Kent en un susurro, cuidadosamente intentando tomar mi mano cuando pensó que no me daba cuenta. 
Le di una palmadita en la espalda y él inclinó la cabeza con una expresión de tristeza antes de hablar. “Cree que Omar y yo no somos gente normal, que somos monstruos…” 
“¿Y luego?” ¿Eso es todo? 
“Luego, él y toda la clase empezaron a llamarnos monstruos a Omar y a mí. Así que nos vengamos de él, siempre con pequeñas trampas que él no podía detectar ni prever.” Kent parecía recordar esos momentos, soltó una risita y sus pestañas temblaron…