Capítulo 232
Habla imaginado mil y una razones por las cuales Renán ya no me amaba, pero nunca consideré que la que tenía los recuerdos desordenados era yo, que amé a la persona equivocada, que la engañada era yo.
Con un fuego sofocante en mi pecho, temblaba incontrolablemente, incapaz de caminar.
Las lágrimas caian sin cesar, y mi mente y corazón estaban inundados con la imagen de Kent.
Él estaba allí, de pie entre la neblina y la luz, volteando a mirarme.
¿Por qué? ¿Por qué Nayra podia olvidarse de él, borrarlo completamente, como si fuera lo más natural… enamorarse locamente de otro?
¿Por qué…
Abrumada, corri hacia la escalera de emergencia y me abofeteé con todas mis fuerzas.
“¿Por qué…?” me preguntaba a mi misma, ¿por qué no podia recordar, por qué no podía recordar!
*¡Ah!” Desesperada y al borde del colapso, me encogi en un rincón tirándome del cabello, preguntándome por qué no podía recordarlo todo, por qué había olvidado a Kent.
¿Por qué me habia apoyado en Renán?
¿Asi que merecia morir?
Porque ‘traicioné‘ a Kent.
Así que incluso si él me hubiera matado, habría sido merecido, debería estar muerta.
¡Me lo merecía!
“Nayri…”
En la escalera de la emergencia, Kent apareció con una bata de hospital, sangrando de los dedos.
Levanté la cabeza y lo miré, no pude evitar bajar la cabeza y seguir llorando.
“¿Ya no me quieres otra vez…?” preguntó Kent, acercándose a mi con voz ronca.
Lo miré como si fuera mi deidad.
Él no era un demonio, nunca lo había sido.
‘Osvaldo…” le extendi la mano.
Él la agarro nervioso, con la mirada perdida.
“Eres un tonto…“¿Qué clase de genio actúa así?
Me levantó y me abrazó fuerte. “Sí, soy un tonto…”
Solo si Nayri no lo dejaba.
“La enfermera dijo que no debías levantarte de la cama,” dije entre lágrimas.
“Lo siento, no fui obediente.” se disculpó Kent en voz baja, cada palabra parecía calmar mi angustia. “Castigame…“.
“No me dejes, no te dejes llevar, no le creas…”
“¿Te escapaste arrancándote la via?” pregunté ansiosa, presionando su mano aún sangrante y secando mis lágrimas.
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Capitulo 232
“No duele…” susurraba él limpiando mis lágrimas.
“Tonto,” le reproche.
“¿Por qué lloras?” Kent tomó mi rostro entre sus manos y preguntó en voz baja. “¿El te ha hecho enojar? Lo matare…
Negué con la cabeza llorando, “¿Por qué no puedo recordar, por qué no puedo recordar…?”
¿Por qué no podia recuperar más que fragmentos de memoria, no importaba cuánto lo intentara?
¿Por qué tenía que olvidar a Kent?
Me odiaba a mi misma, me estaba auto inculpando.
Kent se tensó por un momento, sus dedos frios. “No trates de recordar… asi está bien.”
Inclino su cabeza y beso suavemente las lágrimas en mis ojos.
Sus movimientos eran muy ligeros, como si estuviera sosteniendo su obra de arte más preciada…
De repente, recordé el sótano que Elias me habia mostrado, lleno de vitrinas de vidrio y especimenes animales.
“Kent… ¿por
qué coleccionas esos cuerpos de animales, esos pequeños animales, los mataste tú?” pregunté con voz baja.
La mirada de Kent destelló con un ápice de pánico y evasion.
Me puse nerviosa, temiendo que esos especimenes bajo las vitrinas realmente hubieran sido su obra. “No… me los dieron,” dijo Kent, bajando la vista y jugueteando con sus dedos.
Me quedé congelada por un segundo, ¿estaba mintiendo Kent o realmente eran regalos de amigos?
No sabía por qué, pero lo primero que me vino a la mente fue Omar, alguien que habia desaparecido aún más limpiamente de mi memoria.
No era dificil deducir de las fotos en la casa de la hermana de Omar que la relación entre nosotros tres no era mala, al menos podíamos tomarnos fotos juntos, pero no tenia ningún recuerdo de él.