Capítulo 302
Cuando tenía cinco años, mis padres me dijeron que me habían diagnosticado con síndrome de Asperger. Lo único que sabia de esa enfermedad era que te hacía solitario y con un coeficiente Intelectual de la gran flauta.
Me rascaba la cabeza: ¿será que soy de esos de pura soledad? Mi inteligencia… bueno, digamos que era de lo más normal. Me acuerdo que en los exámenes finales, estudiaba hasta tarde y era un estudiante ejemplar, nada más. Comparado con un genio como Kent, todavía estaba muy por detrás.
“Hoy es la primera vez que Nayri se interna para su tratamiento. Quique dice que no es tan grave, que con buena terapia va a poder vivir normal.”
“Hoy Nayri fue por segunda vez al tratamiento. Quique dice que mejora, que ya juega con otros chicos.”
“Hoy es la tercera vez que Nayri se interna. Quique dice que ha empeorado.”
“Hoy Bongo se escapó de casa, lo buscamos un montón y el muy pillo se metió al sanatorio a ver a Nayri.”
“Desde que volvió Bongo, no come ni bebe, está decaído, echado en la puerta. Sé que está esperando a Nayri.”
La foto la tomó mi mamá, Bongo echado en la puerta, con la cabeza gacha, una silueta de pura tristeza.
Mi corazón se apretó incómodamente y toqué suavemente la foto con mis dedos, queriendo tocar a Bongo.
No recordaba nada de Bongo, pero al ver su foto, no podia evitar llorar.
“Quique dijo que Nayri ya puede volver a la vida normal, que la vayamos a buscar al hospital. Estoy tan feliz que lloré toda la noche. Por fin vamos a buscar a Nayri.”
Por lo que lei en el diario, fui tres veces a terapia con Quique y la última estancia duró seis meses, un año completo de tratamiento. ¿Qué me hizo Quique en todo ese tiempo? ¿Por qué no quedó ni rastro en mi memoria?
Ese recuerdo estaba como borrado de mi mente.
Limpiado por completo….
“Nayri y Bongo.”
Después de mi primer tratamiento en el psiquiátrico, mi Bongo todavía estaba vivo.
Entré con éxito al jardin de infancia y, aunque soy un poco retraído, puedo vivir una vida normal con los niños y los profesores.
A los ocho años… el año en que conocí a Kent.
Volvi al psiquiátrico.
La razón: había herido a un niño del orfanato. Golpes que no eran mortales, pero que asustaron a todos.
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El diario decia que habia matado a las gallinas del orfanato…
Me froté la frente, revisando las anotaciones de mi mamá con un dolor de cabeza tremendo.
¿De verdad era tan bravucona de pequeña? ¿Para qué iba a matar gallinas?
Lo peor es que ahora, revisando esos registros, era como si estuviera viendo la vida de otra persona.
Es como si los recuerdos de esa época no me pertenecieran en absoluto.
¿Cómo era yo antes de perder la memoria?
Renán me temia, decía que me amaba…
Kent estaba obsesionado, protegiéndome, amândome… amando a esa versión de mi…
¿Era realmente mejor entonces de lo que soy ahora?
Tirada en la cama, mirando el techo, no pude pegar ojo.
Incluso, sentia celos de mi misma.
Aunque no sabia por qué habia perdido la memoria, la yo sin esos recuerdos envidiaba a la que los tenía.
“Señorita, es hora de desayunar.”
A las siete y media, la empleada tocó a la puerta.
No contesté.
Media hora después, volvió. “Señorita, es hora de desayunar.”
Abri la puerta de mala gana y allí estaba Renán.
“Nayri, baja a desayunar.” Iba a tocar cuando vio que abria, se relajó. “¿Dormiste bien anoche?”
Miré a la empleada con recelo y le pregunté a Renán. “¿Y tu dormiste bien?”
La empleada, sin querer, me miró, y en un lugar donde Renán no pudiera ver, me hizo un gesto de silencio y luego nego con la cabeza.
Me quedé de piedra, tensa.
¿Qué quería decir con eso? ¿Me habia encontrado anoche en la habitación de