Capítulo 236 
Llovió hoy, y mi abuela dijo que me llevaría a la ciudad de Monte Azur para reclamar a mis padres biológicos la manutención de todos estos años. 
Mi abuela me llevó otra vez a llevar comida a esos niños de la calle. Ella se comportaba muy amable, como una gran benefactora, pero yo sabia que era un demonio, un espiritu maligno que devoraba niños. 
Mi abuela dijo que esos niños estaban todos enfermos y que no valian nada. Decía que traian mala suerte y que ya no les llevaríamos más comida. 
Yo ahorraba lo que podia, y con ese dinero les compraba algo de comida 
para ellos. 
El cielo estaba despejado hoy, y de repente mi abuela dijo que habia encontrado a mis padres biológicos y que me enviaria de vuelta con ellos. Estaba tan feliz; por fin podría escapar de este lugar tan aterrador. Hoy, mis padres biológicos parecían no quererme, me despreciaban por venir del campo. 
Mi hermana también me despreciaba y se avergonzaba de ml. No queria compartir el coche conmigo porque decia que sus compañeros de clase se burlarian. 
Ella y sus amigos me hicieron a un lado. 
Adela me atrapó en el baño otra vez, me quitaron la ropa y me obligaron a beber agua sucia del inodoro mientras se burlaban de mi por ser basura del campo y una tonta. 
Solo un poco más, solo aguanta un poco más, me decia. Justo hasta graduarme, ya no quería ir a la universidad, solo quería dejar este hogar. 
Pensé que el campo era el infierno, pero este lugar era peor. 
Hoy. Adela le ordenó a la empleada que me diera un bocado de comida podrida. Ella comia platos nutritivos preparados por el chef, mientras yo tenía que conformarme con la sobra que dejaba ella. Tenia tanta hambre. Le conté a mis padres, pero dijeron que deberia estar agradecida por tener al menos eso, después de haber comido solo comida básica en el campo. 
Adela, como venganza por haberla delatado, me emboscó en el camino de regreso de la escuela. 
Llamó a varios compañeros de clase y los incitó a quitarme la ropa, a grabarme en video y a hacerme rogar de rodillas. 
Estaba aterrorizada. 
Hoy, alguien descubrió que yo estaba llevando comida a los niños de la calle en secreto. Dijo que podia ayudarme a salir del infierno, que podia matar a aquellos que me habian herido. Afirmó que, si hacia lo que el decía, si observaba e imitaba a una chica llamada Nayra, él me ayudaria. 

Me pidió que le diera una lista de nombres, y que él se encargaría de eliminar a cada uno. Solo tenia una oportunidad. 
No le crel, pero aun asi, movida por la curiosidad, escribi el nombre de un chico de mi clase que siempre me molestaba. 
Paulo. 
Hoy, Paulo no asistió a clases. Al salir, escuché que habla muerto: caminaba por la calle cuando un anciano de ochenta años con demencia le tiró una macela desde un edificio. Fue un accidente. 
Estaba aterrorizada. ¿será porque le di el nombre a esa persona? 
El volvió a buscarme, insistiendo en que imitara a Nayra, que la reemplazara. 
Nayra parecia ser como yo, también era digna de lástima. La seguí en secreto por mucho tiempo y no queríal herirla. 
Hoy escuché que Nayra habla desaparecido. Sabia que iba a tomar medidas. Tenía mucho miedo y quería ir a la policia. Ful a la comisaría tres veces hoy, pero no tuve el coraje de entrar. 
Moriria Nayra? El dijo que debla reemplazarla y casarme con un tonto de la familia Linares. Estaba aterrada. No queria reemplazar a nadie. 
¿Había causado la muerte de Nayra? 
No quería herir a nadie, ¿por qué tenia que ser yo? 
¿Tal vez solo si muero podré ser libre? 
Quiero morir. 
El diario de Ainara estaba lleno de anotaciones, un cuaderno grueso que documentaba la maldad humana. Cuando hay una avalancha, ningún copo de nieve es inocente. La gente de la familia Galindo, Adela, los que estaban detrás de todo, eran la maldad en persona. 
“¿Qué haces? ¿Ya eres una mujer rica y vienes a mi casa a rebuscar en la basura?“, Desde la entrada del almacén, Adela dijo con burla. 
Me volteé para mirarla, con una frialdad en la mirada. 
Di un paso tras otro hacia ella, y de un tirón agarré su cabello, empujándola contra la pared. 
Había un clavo en la pared, y el rostro de Adela se rasgó con él, la sangre brotó. 
Por un momento, pasó por mi mente la aterradora idea de matarla allí mismo… pero entonces solté su cabello y retrocedí en pánico. 
¿Qué estaba pensando? 
“¡Mamá! ¡Ainara se ha vuelto loca! ¡Mamá!” Adela gritaba y lloraba, intentando escapar en mi confusión. 
Apreté su cabello contra el suelo casi sin darme cuenta, agarrando un clavo oxidado con la intención de silenciarla para siempre… 
Adela me miraba aterrorizada, como si hubiera visto un fantasma.