Capítulo 14 “¡Renán, no te pases!”, Cecilio se adelantó y agarró a Renán por el cuello de la camisa. Me asusté pensando que podrian empezar a pelear, así que me interpuse delante de Cecilio: “Gracias, pero mejor vete, nos ponemos en contacto otro día”. Cecilio, preocupado por ponerme en una situación dificil y con un enojo visible hacia Renán, dijo: “Nayra, lo que te dije, hazlo cuanto antes. Gente como él, cuanto más lejos, mejor”. Asenti con la cabeza: “Está bien, Cecilio”. Cecilio se fue en su carro y yo me quedé parada ahi, sin mirar atrás. “Nayra, ¿será que te he estado tratando demasiado bien últimamente?”, Renán se me acercó y me agarró de la muñeca, arrastrándome hacia el cuarto de almacenamiento en el patio trasero. Lo miré con miedo, sin saber qué tenía en mente, él estaba furioso: “¿No te dije que no quería verte con él? ¿Es que mis palabras se las lleva el viento?”. “Voy a hablar con Teresa para anular nuestro compromiso, voy a irme de Monte Azur”, le dije, retrocediendo asustada y mirándolo nerviosa. “¿Ah, si? ¿Crees que escaparás? Nayra, cuando cometes un error, tienes que enfrentar las consecuencias, ¿piensas que huyendo vas a expiar tus culpas?”, Renán se burló con una risa fría. “Pero tú dijiste que me dejara ir”, le dije llorando, sin entender por qué me hacia eso. “Antes de que hicieras tu maldad empujando a Yuria por las escaleras, tenías la oportunidad de irte. Te di la oportunidad y no la supiste aprovechar, jahora es demasiado tarde!”. “¡No lo hice! ¿Cuántas veces tengo que decirtelo para que me creas? ¿Por qué no me crees?”, le pregunté llorando por qué no confiaba en mi, por qué me trataba así. Renán parecía inmutable, con los ojos llenos de ira, me quitó el celular y me encerró en el cuarto de almacenamiento: “Aquí te quedas a reflexionar. Cuando estés dispuesta a ir al hospital y pedirle disculpas a Yuria, te dejaré salir”. Grité y golpeé la puerta, suplicándole que me dejara salir. Pero él no cedió, y en la familia Hierro nadie se atrevia a liberarme.
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No sé cuánto tiempo lloré, acurrucada en un rincón, aterrada; la luz del almacén estaba rota y el sabía que, desde que mis padres murieron, siempre había tenido miedo a la oscuridad, pero ro aun así, decidió usar ese entorno oscuro y cerrado para castigarme. Siempre fue así, cuanto más sabía que algo me atemorizaba, más lo usaba para amenazarme; siempre abusaba de su posición para intimidarme una y otra vez. La fiebre subía cada vez más, y me recosté sobre un montón de cosas viejas sin saber cuánto tiempo pasé inconsciente, si no fuera porque la empleada no podía soportarlo más y había ido a contarle a Teresa, probablemente esa noche habría muerto en ese almacén aquel día. A la mañana siguiente. “Renán, ¿qué hizo Nayri para que la encierres en el almacén?”, Teresa le preguntó a Renán con enfado. “¡Yuria está en el hospital, apenas se salvó!”, la voz de él estaba cargada de una ira que no podía contener. “Madre, es tu culpa por malcriarla. ¡Si seguimos así, va a hacer lo que le dé la gana!”. 1/2 Capitulo 14 Me quedé tumbada en la cama, adormilada, escuchando cómo Renán y Teresa discutian afuera. “Ella se atrevió a empujar a Yuria por las escaleras, esp es intento de asesinato. Si ella decide denunciarla legalmente, ¡Nayri tendrá que ir a la cárce!”. Teresa se quedó en silencio por un rato antes de hablar: “Renán, habla con Yuria, lo que quiera como compensación, nosotros, la familia Hierro, se lo daremos. No podemos permitir que Nayri vaya a la cárcel, la pobre se arruinaria si eso sucede”. Renán soltó una carcajada: “Todo es por tu culpa por malcriarla. Durante años, ha vivido con la familia Hierro, comido y usado lo de la familia Hierro. Aparte de causar problemas, ¿qué más sabe hacer? Creo que nada más. Madre, ya arreglé todo, te compré un boleto de avión para que te vayas de vacaciones por un tiempo. Yo me encargaré de todo aquí, no puedes seguir consintiéndola. Si continúas haciéndolo, solo la estarás dañando”. Él quería alejar a Teresa. Entonces, yo, aterrorizada, me aferré a las sábanas sin atreverme a hacer un ruido. Si ella se iba, el tendría aún más libertad para hacer lo que quisiera conmigo; encogida bajo las cobijas, temblaba de pies a cabeza, pensando en que debía hacer, él no me iba a dejar en paz fácilmente.