Capítulo 249 
“Solo cuando estés muerta, todo lo de mi papá será completamente nuestro.” 
Paloma quedó atónita ante semejante pensamiento absurdo. 
“Ya estás grande para saber distinguir entre lo bueno y lo malo, ¿no? Mi papá no tenía nada cuando se casó conmigo. Todo lo que tiene se lo di yo. ¿De qué propiedad hablan? Que no le haya cobrado por los años de juventud que me debe, ya es bastante generoso de mi parte. Ustedes son muy jóvenes, no entienden las complicaciones entre adultos. ¡Suéltenme ya! Por lo de hoy, voy a dejarlo pasar.” 
La otra chica, cansada de la charla de su hermana, interrumpió. “¿Para qué perder el tiempo hablando? Vamos a acabar con esto rápido.” 
Entre las dos, sujetaron a Paloma contra el suelo e incluso le cubrieron la boca. 
Paloma, viendo que las chicas no atendían a razones, sacudió la cabeza con miedo. 
El comportamiento de estas chicas le había volteado el mundo al revés. ¿Cómo es que esa familia, la de esa tal gallina y Efrén, educaba a sus hijas para que, siendo tan jóvenes, tuvieran una mente tan retorcida? ¿No sabían acaso que lo que estaban haciendo era un delito? 
Cuando vio los cuchillos que elevaban, Paloma abrió desmesuradamente los ojos, el corazón le saltó a la garganta. 

¿Estas niñas habían perdido la razón? ¿Realmente querían matarla? 
Justo cuando el cuchillo estaba por caer, Paloma sintió un miedo como nunca antes, como si estuviera a punto de caer en un abismo sin fondo. 
No sabía cómo, pero las chicas tenían una fuerza sorprendente, dejándola incapaz de liberarse. 
La sombra de la muerte se cernía sobre ella como una nube negra. 
Paloma perdió toda esperanza. 
Cuando el cuchillo estaba a punto de caer, cerró los ojos esperando el dolor inminente. 
Pero en ese momento crítico, un grito resonó. 
“¡Deténganse! ¡No pueden hacerle esto!” La voz de la chica resonó fuerte y claro, rompiendo la oscuridad de la noche como si quisiera liberarse de sus ataduras. 
Era Avelina. 
Las chicas que intentaban asesinar a Paloma se sobresaltaron con la voz repentina, y el cuchillo se detuvo. 
Se giraron, mirando a esta inesperada interrupción con shock y enojo. 
“¿Y tú quién eres? ¡No te metas!” dijo una de las chicas, su voz fría como el hielo. 
“No importa quién soy, lo importante es que no pueden hacerle daño.” 
A pesar de ver los cuchillos en sus manos, Avelina no retrocedió, su voz firme como el acero. 
“¿Crees que puedes detenernos?” dijo la otra chica, lanzándose hacia Avelina con el cuchillo, moviéndose como un animal salvaje. 
Avelina, ágil como un gorrión, esquivó el ataque y, en un movimiento fluido, torció la muñeca de la chica, arrebatándole el cuchillo. 
Durante los años de huida de su padrastro, si algo había aprendido, era a defenderse. No era la primera vez que enfrentaba peligros, pero siempre había sabido cuidarse. 
“Agh!” La chica gritó de dolor, soltando el cuchillo, su grito atravesando la noche como el aullido de un lobo herido. 
Avelina, con el cuchillo en mano, apuntó a las agresoras, su voz temblaba un poco por el miedo. 
“Mejor váyanse, ya llamé a la policía. Si no quieren acabar en prisión, mejor desaparezcan.” 
Las chicas, viendo que la situación se volvía en su contra, se lanzaron una mirada y, con una mirada venenosa hacia Paloma, dijeron: “Tuviste suerte hoy. Pero la próxima vez no será así.” Y se dieron a la fuga, desapareciendo en la noche como ratas. 
Pero en su apuro por escapar, y saliendo de un rincón sombrío… 
Paloma, aún tratando de recuperarse con la ayuda de Avelina, ni siquiera tuvo chance de preguntarle su nombre cuando un estridente sonido de frenos cortó el aire. 
Seguido de dos gritos desgarradores… 
Esa voz familiar, ¿no eran las chicas que acababan de intentar matarla? 
Paloma palideció, corriendo hacia el origen de los gritos…. 
Al llegar y ver esa escena teñida de rojo, cayó al suelo, paralizada por el horror…