Capítulo 141 
“Ay, Soraya, ¿por qué nunca sueltas todo de una vez? Siempre dejándonos con la intriga, me tiene aquí, pendiendo de un hilo. Temo que me vaya a dar algo de la pura ansiedad antes de que cualquier mal me encuentre‘, Herminio giró los ojos, tratando de sondear los 
pensamientos de Soraya, pero lo que ella dijo a continuación casi lo hace escupir sangre de la pura molestia. 
“¿Te pican los ojos o qué? ¿Por qué los giras tanto? Si te sientes mal, mejor ve al oculista antes de que sea peor, no es bueno estar tan joven y lleno de achaques“. 
‘Ay, ¿cómo hacerle entender a este pobre? Este sí que la pasó mal. Lo dejaron ciego, sin brazos ni piernas, y lo tiraron para que los animales lo devoraran hasta no dejar nada. Nadie en la familia Fuentes la pasó peor que él‘. 
Herminio se puso pálido. Soraya, hablaba claro, ¿no? ¿Para qué le estaba haciendo eso? Ser directa como lo fue con Nayra, apuntando directamente al grano, ¿no sería mejor? Así podría saber cómo atacar el problema. 
Pero ella, como si quisiera hacerle la contra, no soltó ni una palabra más sobre el tema; se bajó de la cama y se puso los zapatos: “Tú y tu hermano hablen, yo voy a buscar a una enfermera. No puedo ni lavarme la cara sola“. 
Cristián le dijo: “No te preocupes, mamá ya contrató a alguien antes de irse anoche. Fue a calentar agua, ya debe estar por volver“. 
Y justo cuando terminó de hablar, la enfermera entró con el termo: “Ah, señora, ya despertó, ¿quiere lavarse? Venga al baño, le ayudo“. 

Soraya no se hizo de rogar y caminó hacia el baño directamente. Cuando ellas dos ingresaron, Herminio le dijo a Cristián, ansioso: “¿Ahora qué hacemos? Soraya no dijo cuándo ese tipo va a actuar, ¿qué hago? Todavía estoy recuperandome de mis heridas. Si intentan otra vez, no sé si podré esquivarlo“. 
Cristián miró hacia la puerta cerrada del baño y tamborileó los dedos sobre la baranda de la cama: “Voy a estar en el hospital estos días, poco puedo hacer por ti. Por qué no vienes a mi casa cuando me den de alta, así escuchamos a ver si ella dice algo más, cuándo y dónde planea ese tipo hacer algo“. 
Herminio suspiró: “Supongo que no queda de otra“. 
Cuando Soraya terminó de lavarse con ayuda de la enfermera y salió, Herminio ya se había ido: “¿Se fue?“. 
Cristián, que estaba revisando su correo en el móvil, levantó la mirada y una chispa cruzó por sus ojos. Ella estaba de espaldas a la ventana, y la luz del sol filtrándose a través del vidrio le daba a su perfil un halo dorado. Su rostro sin maquillar lucía delicado, tan suave que parecía que se podía escurrir agua con solo pellizcarlo. Sus cejas eran finas, y sus largas pestañas temblaban ligeramente con cada parpadeo, como pequeños abanicos. Sus ojos, claros y profundos, brillaban con luz propia. Antes, cuando la miraba, ella siempre 
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00:50 ET 
ponía una cara coqueta que atrapaba corazones. Pero ya, ese día, sus ojos estaban tan limpios, sin una pizca de engaño, que lo cautivaron de inmediato, él ocultó la turbulencia en su corazón y dijo: “Papá y mamá están por llegar. No saben lo de Herminio, mejor que él se mantenga lejos“. 
Soraya asintió, entendiendo. 
Herminio, queriendo evitar encontrarse con sus padres, salió rápido de la habitación de Cristián y se dirigió a la suya; esperaba que le dieran alta a su hermano tan pronto como el médico llegara. Si se topaba con sus padres en el hospital, seguro le esperaba otra reprimenda. Pero apenas entró en su habitación, algo le dijo que las cosas no estaban bien; palideció. 
¡Qué mala suerte! Rápidamente, dio media vuelta y salió corriendo…