Capítulo 138
Cristián abrió los ojos lentamente y observó el techo del hospital, todavía algo confundido. Al ver que su hijo finalmente despertaba, Fernando se sintió un poco culpable; pretendiendo sorpresa, exclamó: “Cristián, ya despertaste! ¿Te sientes mal en algún lugar?“.
Diana, de espaldas a su hijo, dejó de inmediato lo que tenía en las manos y se giró preocupada: “Hijo, ¿cómo te sientes?“.
Cristián giró la cabeza para mirarlos a los tres, comenzando a recuperar la claridad mental. Soraya estaba al lado de Diana, mirándolo fijamente con ojos brillantes: “Amor, ¿estás bien? ¿Te duele el pecho todavía? El doctor dijo que inhalaste mucho humo y tienes una infección pulmonar grave, ¿sientes opresión en el pecho?“.
La mirada de Cristián se fijó en ella, lleno de emociones que casi rebosaban de sus ojos. Había pensado que moriria en aquel incendio, atrapado, sin poder moverse ni pedir ayuda. Estaba preparado para enfrentar la muerte cuando, de repente, ella irrumpió sola en el fuego. para salvarlo. La dulzura de su voz llamándolo por su nombre fue como música para él. En ese momento, pensó que, si sobrevivia, haria cualquier cosa que ella quisiera, incluso si al final decidiera dejarlo. Pero en ese momento, esa idea había cambiado.
Ella quería que él se enamorara de ella, y él, ¿por qué no podria ser un poco egoísta también? Así como ella hizo todo lo posible por capturar su corazón, él haría lo mismo para conquistar el suyo, para que ella realmente lo valorara y decidiera quedarse.
Por primera vez, Soraya vio una emoción diferente en los ojos de él. Supuso que su acción de entrar al fuego para salvarlo lo había impactado, pero ella no buscaba su gratitud. Con una sonrisa, dijo: “Amor, no te emociones demasiado. No fui sola, había un montón de bomberos conmigo. Lamentablemente, el chofer y el guardaespaldas están muy heridos, se salvaron, pero aún tienen que pasar por mucho, todo depende de su fortaleza de voluntad
ahora“.
Cristián dirigió su mirada hacia las manos de Soraya, vendadas como si fuera un tamal: “¿Te duele?“, su voz, ronca por el humo, apenas era reconocible.
Soraya, no queriendo que él se sintiera culpable, restó importancia a sus heridas: “Son solo rasguños, en unos días estaré bien“.
Cristián se apoyó con las manos para sentarse en la cama, mirando a su padre: “¿Ya contactaron a las familias del chofer y el guardaespaldas?“.
Fernando asintió: “Si, pero viven lejos de la capital. No conseguimos vuelos para hoy, tendrán que esperar al primero de mañana. El médico súgirió que sería mejor tratarlos en el extranjero. Lucas, el guardaespaldas, tiene daño en la médula. Si no consigue recuperarse incluso allá, entonces estará paralitico por…”
Sin terminar la frase, Cristián entendió las implicaciones. Apretó los puños, sintiendo un nudo en el estómago. Lucas había sido herido tratando de salvarlo; si no fuera por ese hombre valiente, él ya estaría bajo esos escombros. El chofer también había sufrido
intentando salvarlo.
Con los ojos humedecidos, afirmó: “Encontraré los mejores médicos para ellos“.
De repente, el estómago de Soraya gruñó, rompiendo el tenso silencio. Él la miró, y ella, algo avergonzada, dijo: “Es que aún no ceno“.
Diana, rápidamente, tomó la bandeja de comida otra veż: “Come algo primero, fuimos. interrumpidos cuando Cristián despertó, ¿tienes hambre, Cristián? Aquí tienes, Soraya te trajo sopa. Por ahora aguantate con eso, mañana te traeré algo más rico“.
Ella le pasó la sopa a su hijo, quien miró las vendas en las manos de Soraya y luego a su madre con la bandeja: “Dame otra cosa” dijo, sabiendo que, si su madre lo alimentaba, su padre lo miraría con reproche.
Diana asintió: “No te preocupes, yo te ayudo. Tú también debes estar hambriento, come“.
Fernando aclaró su garganta con un leve carraspeo.