Capítulo 135
“Yo… yo… empácalo para llevar, por favor“.
Viendo a Gabriela un poco confundida y queriendo evitar que pensara demasiado, Soraya sonrió con ligereza: “Yo tampoco estoy acostumbrada a que me alimenten. Mi esposo está en el hospital. Cuando vuelva, él me alimentara“.
Ella pensaba que después de tanto tiempo fuera del incendio, aquel hombre ya debería estar despertando.
Gabriela sonrió disculpándose, su rostro lucía algo pálido; se dirigió a su hijo en la cocina: “Simón, por favor, prepara otro plato de pasta para la señorita, y esta vez es por cuenta de la casa“.
Mirando a Soraya, dijo: “La pasta ya está muy hinchada, no será buena incluso si la llevas así. Déjame pedirle a mi hijo que te prepare una nueva“.
Soraya, sacando su celular, procedió a pagar: “No te preocupes, así está bien“, después de todo, la pasta empacada terminaria igual, sin mucho sabor. Además, como no podía comer picante, nada le sabía bien.
Gabriela realmente no quería aceptar su dinero, pero ella ya había pagado. Sin más remedio, procedió como ella le habia pedido: “Está bien, entonces te lo empacaré así. Lo siento, no pude ser de más ayuda“, y llevó la pasta de Soraya dentro para que Simón la empacara.
Él ya había preparado la salsa para la pasta nueva. Al verla entrar con la pasta, preguntó: “¿No la vamos a cocinar?“.
Gabriela negó con la cabeza: “Ella dijo que la empacáramos así“.
Entonces Simón empacó la pasta y la llevó él mismo a Soraya. Ésta colgó la bolsa en su muñeca y sonrió agradecida: “Muchas gracias“.
Al ver su radiante sonrisa, Simón sintió una calidez inexplicable. Con una leve sonrisa dijo: “Vuelve pronto, siempre serás bienvenida“–
Soraya asintió ligeramente y se marchó: ‘Wow, qué día. Incluso me encontré con la madre biológica de Lázaro. Ay, si esta tía supiera cómo han maltratado a Lázaro desde pequeño, ¡se moriría de pena! Ser forzada a tener a Lázaro debió haber sido el dolor más grande de su vida‘.
Aunque ella se había ido, sus pensamientos dejaron a Gabriela y a Simón completamente abrumados, especialmente las palabras sobre el nacimiento de Lázaro y los abusos que sufrió de niño, los cuales golpearon a Gabriela como un puñal en el corazón. Ella se llevó una mano al pecho, el dolor agudo le dificultaba respirar, su rostro se tornó pálido.
Simón se volteó al verla sufrir tanto y se asustó: “Mamá, ¿qué te pasa? ¿Te volvió a dar el problema del corazón? Quédate sentada, voy a buscarte la medicina“.
Con la ayuda de su hijo, ella se sentó en una silla, las lágrimas corriendo Incontrolablemente
por su rostro. ¡Su hijo! ¡El hijo que tuvo mediante gestación subrogada! ¿Realmente había sido maltratado desde pequeño, como dijo esa chica?
Simón estaba aterrorizado por sus lágrimas: “Mamá, ¿qué pasa? ¿Te duele mucho? Anda, levántate, te llevaré al hospital“.
Se agachó, preparándose para cargarla, pero ella lo detuvo su mano: “No, no hace falta, estoy bien. No te preocupes“.
Simón, aún preocupado, dijo: “¿Cómo que estás bien? Esta vez te dio más fuerte que nunca. Incluso lloraste de dolor“.
Gabriela calmó su respiración. “Es solo el viejo problema de siempre, ir al hospital no sirve de nada. No encontrarían nada, solo me darían más medicina. No te preocupes, estoy bien. Solo me senti un poco mal al escuchar lo que dijo esa chica“, sabia que lo suyo era más un problema del corazón que otra cosa.
Simón, entonces, sacó a relucir la duda que le había estado carcomiendo por dentro: “¿Por qué yo también lo escuché? ¿Lo que dijo esa chica tiene algo que ver contigo? Me contaste que tengo un hermano gemelo que se perdió. Mamá, dime la verdad, ¿mi hermano y yo fuimos fruto de una gestación subrogada? Desde que tengo uso de razón, nunca has pensado en casarte. Tampoco hablas de quién es mi padre, ¿realmente somos hijos. procreados?“.